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España se enfrenta a un dilema con los alojamientos de alquiler para turistas.

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España vive pendiente de tres siglas, VUT, que en los últimos años se han extendido sin tregua por muchas ciudades. Las viviendas de uso turístico, como genéricamente se conoce a las casas que se arriendan a visitantes ocasionales, forman ya parte cotidiana de un mercado inmobiliario que lleva a muchas familias al límite de sus capacidades para acceder a una vivienda. Pero también de un mercado turístico que vuelve a batir récords tras la pandemia. Y la posición de muchos sobre este tipo de inmuebles varía si se piensa con perspectiva de vecino o con perspectiva de turista. O eso es, al menos, lo que sugieren los datos: mientras aumenta la contestación ciudadana a los pisos vacacionales en España también crece el negocio, lo que indica que usuarios no faltan.

España tenía el pasado febrero más de 350.000 viviendas turísticas, el máximo en la serie estadística experimental del INE, que empezó a medir este fenómeno en 2020, el año de la pandemia. Estas casas contaban con más de 1,75 millones de plazas, una cifra que supera las plazas hoteleras ofertadas ese mismo mes y que se acerca cada vez más a los 1,9 millones de plazas que ofertaban el pasado agosto, en plena temporada alta, los hoteles de toda España. “En pocos años, las viviendas turísticas han colocado en el mercado tanta capacidad como el sector reglado en toda su existencia”, resume José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur.

Este centro de análisis, que sufragan grandes compañías turísticas españolas incluyendo varias cadenas hoteleras, publicó en 2022 un informe con un balance claramente negativo hacia los pisos turísticos. Su posición no ha cambiado desde entonces. “El impacto de la vivienda turística como parte de la dificultad de acceso a la vivienda es el principal problema político que tiene este país”, afirma Zoreda, quien insiste en que la intención de la organización a la que representa no es defender al sector hotelero, sino “evitar sentimientos negativos hacia el turismo”.

“Estamos enfangando el debate y el turismo es una actividad económica de primer orden”, señala Asier Pereda, vicepresidente segundo de Fevitur, una asociación de propietarios de pisos turísticos que representa a unos 185.000 alojamientos en toda España. Cree que “lo primero que habría que hacer es sentar a la patronal hotelera y la de las viviendas de uso turístico en compañía del Gobierno central”.

El Gobierno anunció en diciembre un grupo interministerial para estudiar posibles medidas en una materia que escapa en su mayor parte a las competencias estatales y en la que la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, ha pedido precisión quirúrgica para no perjudicar a pequeños núcleos rurales donde una casa que atrae a visitantes foráneos puede tener efectos positivos sobre la economía local. La ministra reunirá en breve a otras Administraciones para plantear soluciones. Pereda ve margen para el Ejecutivo central en la parte fiscal o la laboral, dos teclas que ayudarían a “dotar al sector de los marcos propios de cualquier sector económico consolidado”, el objetivo que persigue la patronal de apartamentos turísticos.

La regulación es clave para Núria Lambea, subdirectora de la Cátedra Unesco de Vivienda de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Explica que las comunidades, con las competencias exclusivas en turismo, han legislado sobre la figura de la VUT (que en cada territorio puede conocerse con denominaciones distintas). Y luego muchos ayuntamientos han intentado incrementar las restricciones por la vía de las ordenanzas, lo que jurídicamente ha sido más controvertido, y de la normativa urbanística. Su consejo es no añadir mucho más ruido —”lo primero que hay que hacer es controlar que se cumple con la normativa ya existente”, dice— y “facilitar a las comunidades autónomas y los municipios los instrumentos y la capacidad para realizar inspecciones”. Eso debería ayudar a revertir la situación actual, con experiencias muy distintas en unos sitios y otros en función de las normas que se han adoptado y la capacidad para hacerlas respetar, que la experta define de manera expresiva: “Hay un buen lío”.

Así es actualmente el rompecabezas de los pisos vacacionales en las zonas más turísticas de España.

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