Pasa la vida y la imaginería de Semana Santa sigue ahí, acaparando toda la atención, incluida la de los medios públicos de un Estado aconfesional. Pasan las procesiones y llegan las bodas, que siempre han estado ahí para deleite y escarnio del pueblo, sobre todo si se casa gente significada, adinerada, popular o de rancio abolengo. José Luis Martínez-Almeida contrajo matrimonio el pasado sábado con Teresa Urquijo y el alcalde de Madrid continúa siendo tendencia en X (antes Twitter) tres días después. La resaca del convite da para muchas alegrías y, sobre todo, insultos. Hablamos de las redes sociales, siempre tan exquisitas en sus formas y contenidos. Pero también ha dado para un inesperado, interesante y polémico debate sobre el funcionamiento de las élites, la política y el funcionariado. Hablamos de poder y clases dirigentes.
El periodista y escritor Javier Benegas lanzó el pasado domingo un hilo en X que lleva ya tres millones de reproducciones y centenares de comentarios. Cuenta que el alcalde de Madrid es abogado del Estado, que viene de una familia de abogados del Estado y ha tenido una “educación perfectamente planificada típica de los padres que buscan que sus hijos hereden su posición”. “Afiliado al PP con 18 años, apenas ha estado 6 años en ejercicio”, concluye su primer mensaje. En el segundo tuit apunta que no es hijo de tenderos ni “ha ayudado atendiendo cara al publico, como fue el caso de Margaret Thatcher, que luego accedería a Oxford por méritos”. Explica que para las élites británicas la Dama de Hierro, que gobernó Reino Unido entre 1979 y 1990, nunca dejó de ser una advenediza.
Pese a las críticas a las reformas económicas de Thatcher, “consideradas por muchos crueles, su impronta de tendera le permitió comprender y atender a las personas bastante mejor que sus sensibles colegas elitistas”, argumenta Benegas. Ella fue una excepción a “las élites enclavadas”, concepto que acuño el sociólogo Daniel Bell para referirse a que “las sociedades democráticas tienden a degenerar de nuevo en sociedades estamentales, porque los padres que alcanzan determinadas posiciones tratarán de que sus hijos las hereden”, indica el periodista. En España este proceso ha sido muy veloz por su escasa tradición democrática y su sempiterno clasismo. En este sentido, Almeida “pertenece a esta extraña aristocracia donde el político es un híbrido, un aristócrata de nuevo cuño, cuya lealtad se debe a los suyos, no al común”.
La reacción más generalizada al hilo carga duramente contra el autor al interpretar que está afirmando que ser abogado del Estado es hereditario, cuando se trata de una de las oposiciones más difíciles que hay en España. La exdiputada de Vox Macarena Olona entra al trapo: “Soy Abogado del Estado. Gracias al esfuerzo de mi madre, autónoma. Ella sola sacó adelante a sus dos hijas. Almeida, yo, y el resto de Abogados del Estado hemos tenido que estudiar 500 temas y superar 5 exámenes públicos (…)”. Su madre aprovecha para responderle con un mensaje de amor de madre. Otros muchos tuiteros apostillan que para poder dedicar varios años de tu vida (unos cinco de media, más los de la carrera previa) a prepararte esas oposiciones debes tener un buen colchón familiar del que la inmensa mayoría carece.
“Otro pelo nos luciría en España si al menos toda la clase política tuviera el nivel académico de un abogado del Estado”, dice un usuario en la línea de los que cargan contra los políticos “de izquierda” con apenas experiencia laboral, si bien no es exclusivo de la izquierda. El periodista reitera en su hilo que nunca ha dicho que la oposición sea hereditaria ni niega el esfuerzo para superar la prueba: “Es que el problema no es opositar, sino haber acabado convirtiendo un procedimiento destinado a suplir puestos de la función pública en un salvoconducto político. Además, del Almeida político lo que habría que valorar es el cumplimiento de sus compromisos, no una oposición”.