A la salida del metro de Ventas un grupo de personas mira, toca y fotografía un tronco de árbol recién cortado como si estuvieran frente a una escultura expuesta al aire libre. La obra de arte, si se le puede llamar así, tiene la firma del Ayuntamiento de Madrid, que tan solo el pasado año firmó más de 3.500 piezas similares. Las reformas en los alrededores de la plaza de toros de Las Ventas ha acabado con este árbol tal y como lo han hecho las obras en Atocha o en Madrid Río, o quizás lo harán las de la plaza de Legazpi o la M-30.
La veintena de personas que se ha reunido en esa explanada se conoce de la lucha diaria para intentar que Madrid no se convierta en una ciudad de puro asfalto y cemento, deforestada, con cada obra que el Ayuntamiento se propone realizar. Provienen de varias organizaciones ecologistas que encontraron un motivo de comunión en el movimiento ciudadano No a la Tala, cuya primera razón de ser es oponerse a la aniquilación de cientos de árboles para la ampliación de la línea 11 del metro. Desde la plaza de Ventas caminan hasta la entrada del parque Quinta Fuente del Berro, el cual podría perder unos 9 árboles árboles ―cedros, cipreses, un pino piñonero, un ailanto y un olmo, todos de entre 30 y 50 años― cuando comiencen las obras de uno de los últimos proyectos del consistorio: la colocación de una loza para la cubrición de una sección de la M-30.